Últimas Noticias

Inicio > Código > Noticias

Crueldad o lo justo de un nuevo amor

  por Adriana Agüero - Mónica Chama - Consejo de Las Mujeres del IIDH-América.

"Es tanto el daño y la crueldad que ahora será necesaria una gran templanza para que
el deseo de justicia encuentre su vía propia”


Jorge Alemán

Guiadas por nuestro compromiso de interpelar el horizonte de sentido que configura la
época, plagada de trivialización de los conceptos, ausencia de verdad, desmesura de
palabras vacías… que siguen limando los lazos amorosos que conforman la sociedad,
nos preguntamos ¿Cómo desarmar esta telaraña? ¿Cómo transmitir el deseo de erigir
un dique ante tanto exceso que encandila?
Desde el Consejo de las Mujeres del IIDH-América sostenemos que el derecho es su
ejercicio. ¿Cómo ejercer nuestros derechos hoy?
Consideramos que el desafío es, no acobardarnos e inventar otro camino, pensar otro
horizonte…que ello sea posible o no, no debe quitarnos la esperanza.
Porque muy a nuestro pesar, bajo ese horizonte de sentido, se fue gestando un
entramado social signado por la desesperanza, la falta de proyectos, la impotencia…
A la más dolorosa y aberrante pobreza, que acarrean los dispositivos de esta etapa de
“globalización” del capitalismo, se le suma la pobreza psíquica, simbólica, cognitiva…la
pobreza del alma.
El desconocimiento del otro, y de los lazos necesarios para la vida en sociedad,
termina de configurar un panorama desolador. Panorama en el que la violencia, bajo
las formas más viles, y la crueldad, bajo sus diferentes mascaradas, terminan siendo
una constante y se imponen como uno de sus signos.
Ante este flagelo el tema de la alteridad, tan caro a Occidente del siglo XX, parece
insistir en recordarnos que la humanización no se da en soledad ni en aislamiento, sino
que la alteridad es fundante en el advenimiento de la subjetividad, y en la constitución
misma del sujeto. Es difícil aceptar, pero borrando al otro nos borramos
Ese otro, no es sólo mi “igual” (aquel con quien me identifico) sino, a la vez, es ese otro
del cual me diferencio (el extraño, el extranjero), así nos constituimos, en un baño de
palabras y miradas, mucho más allá de la necesidad.
Entonces hablamos de deseo, de amor… se sumarán el miedo, el odio, la ternura, y es
el oscilar entre la ausencia y la presencia, el exceso y el defecto, entre lo permitido y lo
prohibido, lo que instalará la posibilidad necesaria de un buen trato, un acuerdo, tácito
o explícito.
Aprender a vivir en el conflicto es mantener “vivo” el trato.

Acciones y palabras portadoras de sentido, deseos, expectativas, desconsuelos que,
junto a tiempos de espera, de demora, de renuncia, irán cifrando legislación, instalando
ese pacto de reconocimiento de otro. Formas de entrecruzar la razón y las razones que
desconocemos, pues la vida humana no es sin enigma, ni sin metáforas. No olvidemos
que es el lenguaje nuestra condición de humanidad, aún antes, desde el alba… nos
nombran y nos hablan y así llegamos al mundo bañados en la musicalidad de las
palabras.
Sin embargo, el valor del lenguaje, el valor de la palabra, parece quedar en tinieblas
ante un mundo cada vez más tecnificado, burocratizado, guiado por intereses y
mercados que confluyen en un dataísmo que se arroja el saberlo todo y poderlo
todo.Esa “forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento”, como señala
Byung-Chul Han.
Así, asistimos a un blablablá colmado de mentiras, difamaciones, insultos… -en dichos
de muchos políticos, en los medios, en las redes, y a menudo en la calle. Personajes
que hablan en nombre del Bien oponiéndose al Mal (representado por quien piensa
diferente o no adscribe al dogma). Se opina sin pudor y se juzga sin dudar. Al tiempo
que se dan a ver sin vergüenza, situaciones que después se niegan sin impunidad.
Palabras y actos parecen poder esgrimirse sin consecuencias.
Estas formulaciones ejercen, sobre muchos, un atractivo poderoso pues también los
libran de asumir su propia responsabilidad, de “quedar prendados” o rebelarse ante
ellas. Así, como sostiene la filósofa Diana Sperling: “no hay que dudar, el Gran Otro ya
decidió por todos y solo nos resta sumarnos a su férreo mandato”.
Entonces se va configurando una secuencia de irresponsabilidades en la que,
encandilados por una captura imaginaria en la que nada está prohibido, no hay
distancia que nos permita mirar y ser mirados.
No hay constitución de un nosotros que acote la omnipotencia.
Naufragamos.
No es posible el encuentro con lo ajeno, lo diferente, aquello que nos interroga, que nos
permite dudar y elegir y, por lo tanto, hacernos cargo de nuestros actos.
Si lo común no nos convoca seguirán reinando la violencia y la crueldad, como formas
de anular la alteridad, como formas de gozar de impunidad, como formas de
reinventarnos todopoderosos.
Nos preguntábamos al comienzo de este escrito ¿Cómo erigir un dique ante tanto
exceso? Un dique que permita el drenaje en lugar de la implosión.

No sabemos. Pero estamos convencidas de que no se trata de quedar capturado por el
malestar convertido en cronista de desdichas y desvelos. Lejos estamos de pensar en
una versión moderna del Apocalipsis.
Entonces, no nos acobardamos y arriesgamos la palabra.
Todos tenemos sueños, y a menudo no los comprendemos o nos sorprenden…pero
son nuestros, dicen una verdad que nos compete y de ellos tenemos que hacernos
cargo. De ellos somos responsables
De otra manera también somos responsables de nuestros silencios, de nuestras
palabras y nuestros actos, y de nuestra posición subjetiva devendrá la posibilidad de
expresar ideas divergentes, de tramitar los conflictos a los que nos vemos expuestos,
de aceptar o no el respeto a la ley y a las instituciones, etc. etc.
Lo que nos hace libres es, precisamente, nuestra responsabilidad ante lo que
deseamos y lo que hacemos. Ese es nuestro derecho.
Las mujeres sabemos de esto, porque el feminismo ha introducido estos temas en la
política dejando al descubierto que no hay cambio verdadero si no se tiene cuenta
aquello que nos hace verdaderamente humanos, hablamos del amor, del deseo, de la
relación con los otros y las cesiones que ello nos impone.
Ante lo mortífero que la contemporaneidad nos infunde decimos, con todas las letras,
que es una postura ética defender nuestra humanidad
Defender nuestra humanidad es nuestro derecho a construir lazos guiados por un
nuevo amor, que sepa de renuncias, de cuidados, y que no sea cobarde ante los
riesgos que implica el vivir y con-vivir.
Por ello nuestra invitación a arriesgar la palabra.

04/09/2024




Más Artículos

LOS DERECHOS HUMANOS ENTRE LA VOLUNTAD LEGISLATIVA Y LA VOLUNTAD DE LAS POLITICAS CONCRETAS

por Fernando Tenorio Tagle, Profesor Investigador de la Universidad Autónoma de Tlaxcala

VIOLENCIA CIBERNÉTICA EN MÉXICO

Daniel Lanuza Rodé

MUJERES QUEMADAS

JORGE G. GARZARELLI

Conozca el Código de derechos Humanos.