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TRADICIÓN Y SABERES
por Adriana Agüero
Sandías y Naranjas - Fernando Botero (1970)
Tradición y saberes son términos que están inextricablemente unidos, lo que nos ofrece dentro de este espacio del Consejo de la Mujer abrir diversas perspectivas para repensar el papel de las mujeres en tanto uno de los portavoces princeps de la cultura; de ese universo simbólico, núcleo sapiencial, donde inevitablemente juegan la libertad, la justicia, los derechos que como humanos nos asisten en el camino de la vida.
En la Modernidad, el movimiento del Romanticismo intentó recuperar y revalorizar a la tradición en tanto ese cúmulo de costumbres, modos de un pensar y de un habitar característico y particular que hace al devenir de la historia del pueblo, comunidad, familia, sujeto.
Sin embargo, paradójicamente, la misma quedó ligada a las ideas de autoritarismo, repetición obsecuente y falta de libertad, atributos de un conservadurismo que obstaculizaba los cambios promisorios que garantizaría la Modernidad con la idea de un progreso lineal y felicidad plena.
Hoy somos testigos y víctimas de la caída de esas utopías.
El siglo pasado fue revelando las atrocidades y devastamientos que para la humanidad y el planeta generan los discursos amo de turno. Acontecimientos que nos despiertan del ensueño de una vida apolínea (estable, armónica, moral) obligándonos a re incluir lo dionisiaco (ruptura, maldad, destrucción.) sosteniendo esa tensión “incontrolable” en y entre sujetos, la naturaleza (la tierra), el cosmos y lo sagrado.
Y así en esta actualidad tecnológica y globalizada, caracterizada por la obsolescencia veloz, el imperio del “dataísmo” en tanto verdades depositadas en datos universales promotores de discursos normativos de “un para todos lo mismo” no podemos dejar de percatarnos que al conformarse masas anónimas se van cercenando las libertades de las diversidades culturales y con ello sus raigambres , sus cosmovisiones, sus núcleos sapienciales y en ese camino vemos como el sujeto se extravía en sí mismo, se retira del encuentro con otros, se olvida de su necesariedad de la tierra, de su pertenencia a un cosmos y se aleja inevitablemente de lo sagrado.
Bajo este panorama “la voz“ de esa tradición entendida como limitante, coercitiva parece haber sido sustituida por los Mass Media y la Redes Sociales. Y en esta sociedad de la información la libertad fue quedando recluida bajo la voz del especialista en tanto ese poder que se eleva sobre la particularidad de cada caso, la singularidad de cada experiencia proponiendo o ¿imponiendo? la verdad de un vivir bajo modelos a seguir, los que son generadores de mayores padecimientos de los que supuestamente mitigan.
Las mujeres no hemos quedado excluidas de estas consecuencias; las modas, las marcas, las recetas, los consejos suelen ser algunos de esos señuelos que se les oferta y bajo la ilusión de brindar autonomía se limita toda posibilidad de elegir, despojándonos de un derecho básico, como la facultad de buscar, encontrar y desplegar nuestro propio deseo dentro de los diversos ámbitos del hogar, familiar, profesional, social, artísticos, deportivo, etc. Ante esto, sostenemos que insistir en afianzar el vínculo entre libertad y derechos es una apuesta a dar contienda contra todo poder que manipule y degrade la capacidad de sostener la ambigüedad entre la esperanza y la frustración y de esta manera mitigar la tensión que conlleva enfrentar el miedo a elegir cada quien su propio horizonte de sentido.
Sabemos que lograr la síntesis entre la universalidad y la singularidad, es una cuestión que atraviesa las vidas, pivote sobre el que se da el devenir de la historia poniendo de relieve la imposibilidad humana de superar el disloque que la constituye; ese vacío que es justamente la disponibilidad para todo despliegue.
En esa aspiración de conformar un orden social capaz de eliminar de su horizonte ese “descoyuntar” constitutivo al ser , ese resto que excede a todo proceso de socialización vemos que hace fallida toda política basada en una exclusiva intención de mantener una armonía estable entre los sujetos, grupos, ,instituciones, etc. Freud ya nos alertó de tres profesiones imposibles: educar, gobernar y psicoanalizar.
Es en este camino que, Tradición y Saberes, es una invitación a reflexionar sobre la tradición en tanto transmisión de los núcleos míticos éticos de la cultura. Del ethos, que en tanto hábitos, costumbres, se instituye e instituye saberes fundantes que hacen tanto a un modo de habitar en el mundo, como una ética, esa brújula guía de la comunidad que marca un rumbo pero que “sabe” que no lo determina...
Comunidad, que si es entendida al mismo tiempo, como lo común pero también lo diferente que hace al “nos-otros”, es favorecedora de esas experiencias con la alteridad y con el medio, interjuego que brindará las oportunidades para hacerse cargo de la responsabilidad y riesgo que le compete a cada uno su propio habitar en el mundo.
Un modo de habitar que “nutra” al ser humano desde ese estar siendo, desde ese con –vivir/vivir-con otros, potenciador de encuentros que en tanto un “EN-CON-CONTRA- OTRO”, compromete un lugar de reunión, de dialogo, de territorio y sentidos, tornando disponible un ampliar y descubrir horizontes, un vivenciar y aprehender del conflicto entre lo igual y diferente, del disloque entre lo singular y lo universal, de la ambivalencia entre el bien y el mal, de la discontinuidad entre la vida y la muerte. Es vislumbrar en la ambigüedad de los contrarios no una oposición insuperable sino una complementariedad que porta la valía propiciatoria de una tensión entre fuerzas imprescindible para el despliegue, para esa creatividad que hace a la vida y a la sociedad.
Pues es el conflicto el que nos ubica en la cercanía con la diferencia, esa diferencia a soportar que sobrelleva el pacto fraterno que surge más allá del poder del padre de la horda primitiva y que hace posible la vida en la sociedad en tanto experiencia de disloque, ese drama del que darán cuenta los mitos y los ritos.
El derecho de uno llama al derecho del otro, en este sentido son constitutivos de la sociedad pues implican un reconocimiento mutuo. De ahí su vinculación al deber. La libertad en su fundante condición de posibilidad es la que engendra el derecho a vincularse con los otros, con la comunidad, con el medio, todos esos lazos entre lo particular y lo universal. Es desde ese lugar que la responsabilidad y el compromiso son cuestiones del individuo y del colectivo ambos asentados en el derecho articulado a la condición básica de Libertad (de uno mismo y del otro). Es entender a la liberación no como la separación o el aislamiento del individualismo sino la disponibilidad del encuentro con otro.
Sabemos de su extrema complejidad en esta actualidad de sociedades conformadas por masas sin arraigo, conglomerados sin tradición ni memoria donde el sujeto es reducido a un dato estadístico, un consumidor, en suma a un objeto controlable, manipulable, meras individualidades reforzadas en la saciedad de la inmediatez y en la experiencia del “sálvese quién y cómo se pueda”.
Pero dentro de este horizonte globalizado en camino a una homogenización apocalíptica del ser aún podemos rescatar de comunidades originarias testimonios de la existencia de la diversidad cultural del planeta. Una mirada sobre las Comunidades Amerindias nos da ejemplos sobre su vitalidad y movimiento.
Podemos ver cómo esa transmisión de generación en generación de ese conjunto de objetos materiales, expresiones verbales, formas de hacer, de eventos surgidos de sus modos genuinos de habitar, criar, educar hace de los mismos actores de la comunidad a los responsables de conservar, de seleccionar lo que traspasan así también como de sus transformaciones, en suma, nos evidencia cómo entre lo instituido y por instituir se juega su habitar. Dando lugar en la repetición (a diferencia de la reiteración) a que la particularidad de lo humano de no estar determinado de inicio, esa “maravillosa” capacidad poiética, ratifique la apertura del hiato necesario y habilitador de la conservación de la comunidad y la mitigación del padecer de las subjetividades.
Múltiples testimonios de integrantes de las nuevas generaciones de comunidades amerindias dan cuenta de ello.
Nos relatan del entusiasmo, aliento y ayuda brindado por los mayores de la comunidad ante la ocasión de realizar estudios, tareas nuevas para forjarse y forjar un futuro más diverso y plural sin desechar el pasado sino retomando de las memorias ancestrales esos núcleos sapienciales que los constituyen para en esa mixtura se enuncien nuevas formas de expresión y acción.
Dan cuenta de los apoyos de sus mayores para poder cursar estudios universitarios y del honor que les genera desplegarlos en ayuda de su comunidad.
También, la pandemia del covid 19, patentizó cómo se han inter apoyado las generaciones con el uso de la tecnología para poder comercializar por internet las adaptaciones de sus artesanías a las exigencias de la realidad. Articulando sus artesanías tradicionales con el desarrollo tecnológico y las necesidades del mercado.
Estos y muchos otros testimonios del vivir cotidiano siguen poniendo de relieve el rol fundamental que tienen las mujeres en esa transmisión de quehaceres y cambios vitales para la comunidad. Sus artesanías, en tanto expresión artística de sus creaciones, conjuga sus vidas y su comunidad, sabiendo que es de esa transmisión aunada a los tiempos que se viven de donde depende su supervivencia. Son las mujeres en estos casos las que están incentivando a los varones para que aprendan quehaceres, artesanías que fueron exclusivas de ellas. [1]
El tema de lo sagrado es otra cuestión sumamente viva que forma parte de las cosmovisiones amerindias y que preservado en sus tradiciones nos vuelve a mostrar la fuerte presencia de la mujer en ese otro aspecto de las culturas americanas. A la vez que la veneración que aún conserva su Deidad la Pachamama junto a la adoración de Vírgenes Cristianas y de Santas Americanas parecen ser una muestra más de como es posible conjugar una propia cosmovisión sapiencial con lo foráneo sin mancillar el devenir de un propio habitar.
La tradición de la Pachamama, en tanto Diosa mujer que encierra la paradoja de la muerte y la satisfacción plena , lo que es y lo que no es. Esa disponibilidad de un estar siendo en tanto condición de posibilidad. Ese final incierto de todo fruto de un cultivo de la tierra para volver a ser tierra con los restos que de él quedan. Es mantener al sujeto en la posibilidad del asombro de lo que puede emerger, nacer en lo enigmático del cosmos.
En este sentido la Pachamama es ambigüedad, conflicto, es ser mujer y madre, gozo y dolor, salvación y perdición. Encierra toda la tensión del desequilibrio como la tierra que da vida y esconde la muerte, da lluvia y sequía, abundancia y escases, día y noche, frio y calor.
Es la representación del drama telúrico; es lo sagrado en tanto aquello que no tiene un lugar específico, y sin embargo acompaña al vivir. Es el nosotros estando- siendo en la tierra, escenario donde se desarrolla el drama de dar y recibir en tanto abierto, en tanto ambigüedad, en esa posibilidad seminal de toda estancia arraigada a la tierra, diferente de ese horizonte ontoteológico de un “humanismo metafísico” heredado desde la Modernidad.
Su celebración reúne a la comunidad, pone a sus integrantes en común unión, en tanto identidad plural y ambigua. Es un tomar parte en un dramatizar, es un ejecutar, es poner en acto aquello simbólico que forma parte del saber popular, es jugar el ethos; ese núcleo íntimo que hace a los pueblos originarios.
En este momento histórico de secularización de las religiones, del reemplazo de los mitos por certezas tecno- científicas y explicaciones causa-efecto, estas comunidades en tanto Geoculturas, no dejan de reconocer en su cotidianidad la presencia de esos saberes emanados de la geología que los precede, de ese estando siendo de la agricultura comunal, que aporta la experiencia de la espera, esa demora que necesita todo brote para la maduración como la factibilidad del mismo. Descubriéndonos como a través de sus mitos, ritos, siguen sosteniendo ese equilibrio dinámico entre la posibilidad y la imposibilidad.
Nos dice el poeta:
“la mujer […¨]es el Enigma….Es la imagen de la fecundidad, pero así mismo de la muerte. En casi todas las culturas de la creación son también deidades de la destrucción. Cifra viviente de la extrañeza del universo y de su radical heterogeneidad “.[2]
Un recorrido a través de las culturas amerindias da cuenta del rol activo que las mujeres han tenido y tienen dentro de sus grupos comunitarios, logrando vivir esa interacción entre lo tradicional y lo nuevo como una manera del discurrir de su habitar.
Y si bien, a pesar de que en la historia de la cultura occidental encontramos ciertos movimientos de salida de las mujeres de sus roles socialmente pautados los mismos estuvieron reservados, por lo general, a grupos socioeconómicos o ligados y circunscriptos a profundas crisis históricas, podemos vislumbrar en los mismos guiños de la capacidad natural de apertura que hace a las mujeres importantes actores e impulsadores y sostenedores de transformaciones
¿Sera esta disponibilidad a lo extraño, a lo nuevo, a lo por venir un resabio de esa ligazón a la “geo cultura”, actualizada en el tener las mujeres que vivenciar ese misterio que nace de sus entrañas, en el disloque mensual de su cuerpo, en su obligatoriedad de disposición hacia otro? ¿será esa negatividad la fuerza para la transformación, esa riqueza que hacen de las mujeres seres fuertes y activos, promotoras, luchadoras y efectoras...será este el tope para un avance extremo de los efectos deshumanizantes de la tecno ciencia? ¿ De ese borramiento que la cosmotecnología intenta hacer de lo humano? ...los dejo como interrogantes...
Parafrasenado a Mónica Chama “ …no se trata [solamente] de la temática de la mujer, se trata efectivamente de mujeres participes de la construcción del mundo” se ofrece este recorrido por las comunidades amerindias solamente a modo de ejemplo del papel activo que las mujeres en tanto habitantes de su comunidad tienen y asumen con respecto a la conservación y selección de sus transmisiones, a la ejecución de los mecanismos de repetición, de los procesos de adquisición y memorización de los contenidos y contextos de interacción social en que se manifiestan sus tradiciones y las cosmogonías.
Tradiciones que en tanto núcleos míticos éticos de cada cultura conllevan ese intento de reconciliación de lo universal y lo particular, sosteniendo el juego abierto hacia el riesgo y la oportunidad que implica asumir el conflicto, tolerar el sopor del disloque , la indeterminación de lo humano.
Por tanto, ante los excesos de padecimiento y efectos de desubjetivación que estamos evidenciando como efectos del humanismo metafísico reinante, de políticas arrogantes y deshumanizadoras, los DDHH parecen enfrentarse con el desafío de no quedarse atrapados sólo en cambiar o a reformular patrones socioculturales pensando que al ser aprobados por ley serán asimilados y superadores de toda discriminación, en definitiva cayendo en la ingenuidad de concretar esa ilusión utópica de la armonía social. Sin advertir que el uso de una libertad cada vez más centrada en el reconocimiento de la libertad propia queda fácilmente anudada a la satisfacción de necesidades individuales. Paradoja que conlleva el respeto al derecho de la diferencia al respaldarse en la igualdad al todo.
Es bajo este escenario que parece imperioso que los Derechos Humanos se oferten como ese camino ético necesario que garantice la libertad en tanto condición básica para el despliegue de uno mismo sin olvidar el compromiso con sus semejantes, la tierra, el cosmos y lo sagrado.
De ahí que este espacio, Tradición y Saberes, es una propuesta a reflexionar y programar acciones que posibiliten que los Derechos Humanos, sean superadores de instituirse solamente como una norma externa sino un propiciar y un hacer disponibles enlaces entre la particularidad de cada sujeto con lo común de cada pueblo, comunidad o grupo, mundo.
Por lo cual:
- Activar la responsabilidad que atañe a las mujeres dentro de su grupo (familiar, social, etc.) en tanto actora ineludible de la posesión, transmisión y modificación de sus maneras de habitar en el mundo;
- Potenciar el despliegue de su palabra portadora esencial de lo necesario para su subsistencia que no es ni más ni menos que la toda su comunidad y;
- Propiciar el encuentro de las mujeres consigo mismas, con la realidad que las disloca desplegando un pensar creativo como vía genuina ancestral de reconciliación entre sus tradiciones y lo por venir.. son algunos de nuestros desafíos...finalmente recordando que los derechos no nacen del poder sino de levantarse contra él…Dejemos que ellos nos convoquen.
[1]Encuentros ECAY, 2020,2021.
[2]Octavio Paz, la extrañeza del universo y su radical heterogeneidad. El Laberinto de la Soledad, México 1977.2 ed. Pp 59-60.
ACTO DE APOYO Y HOMENAJE AL PUEBLO UCRANIO
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EX-ESMA
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EL DERECHO A LA MUERTE EN EL PRECIPICIO DE LA ETERNIDAD