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Un niño de 12 años tomo la decisión de quitarse la vida en Estados Unidos debido a que no soportaba la virulencia del bullying que sufría cada día. Esto sucedió en el estado de Utah, dejando a la familia devastada por la noticia después de que su hermana mayor encontrara al joven Drayke colgado de su sudadera en su habitación. El niño fue rápidamente llevado al hospital donde lamentablemente falleció al otro día.

Esta noticia se esparció rápidamente por el mundo, generando una ola de apoyo hacia la familia y un gran repudio hacia el acoso escolar.

Aquella persona que es la víctima del acoso escolar o bullying debe ser la primera en ser atendida de manera urgente y prioritaria, ayudándolo a recuperar todo aquello que perdió: autoestima, seguridad, ganas de continuar la vida.

Sin embargo, con solo ayudar a la víctima el problema está lejos de ser resuelto. También se debe de volver a encarrilar al agresor, o la víctima invisible, quien dependiendo de cómo es el ambiente en su casa, los aprendizajes que haya tenido o las carencias, lo conducirán a desarrollar conductas de dominación donde les hagan sentirse poderosos.

Lo que los padres, maestros y adultos responsables deben hacer a sus hijos es educar, enseñarles acerca de respeto, de cariño, afecto, seguridad y comprensión. Explicar lo importante que es practicar el respeto hacia el otro y no olvidar las normas y límites. Si no se aplican estas enseñanzas, difícilmente el niño podrá aplicar estos pilares en su forma de relacionarse.

Seamos críticos y no nos dejemos engañar por las "risas de lata", no nos haría nada de gracia saber que nuestro/a hijo/a es quien recibe la risa de los demás, por tanto, no normalicemos las agresiones. Reconozcámoslas, llamémoslas por su nombre y corrijámoslas.