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UN CÓDIGO DE DERECHOS HUMANOS PARA FRANCISCO
por IIDH-AMÉRICA
Hay dos acontecimientos americanos concurrentes y simultáneos: la elección del papa Francisco y la propuesta de un Código de Derechos Humanos a nivel global.
Dicho Código permitiría ampliar la política que vincula esos derechos exclusivamente con delitos de lesa humanidad, incluyendo todo el amplio abanico de derechos fundamentales; y poner en marcha tales garantías y derechos en cada nación del mundo, como reclama el pontífice todos los día.
El siglo XXI produce más violaciones de las que puede digerir; hoy la miseria se llama "indescriptible" (ONU), "degradante" (Francisco); jamás hubo tantos desplazados y migrantes; la ultraderecha nazi ganó un tercio de las bancas del Parlamento Europeo en 2014 con el lema "Un mes de ébola resuelve el problema de la población mundial" (J. M. Le Pen).
UNICEF informa que el tráfico de niños superó sus récords: son comprados por 50 dólares en países pobres y vendidos a 200.000 en naciones ricas. Son esclavos nuevos a precio de mercado.
La ONU confirma la muerte de 20.000 niños por día por causas fácilmente evitables.
El ACNUR advirtió que nunca antes había sido tan alto el número de refugiados "oficiales": 60 millones, sin contar los desplazados. La OTAN señala una curiosidad que le divierte: nunca hubo tantas guerras simultáneas junto a la Guerra Fría producida por la crisis ucraniana.
En presidente Obama, en tanto, rogó a los países pobres que detengan el éxodo de niños miserables que llegan en balsas a EEUU, donde son encerrados de inmediato. La bienvenida se reserva a los ricos.
El único líder mundial que actúa la verdad de los derechos humanos es el papa argentino. No es preciso recordar sus acciones: exige hechos inmediatos para detener masacres, salvar vidas, aceptar desplazados, disolver odios y desarmar naciones.
No hay otro líder que lo acompañe en la paz, contra el tráfico de personas o de armas, o protegiendo migrantes desolados. El papa custodia la frontera de la dignidad, palabra que en griego significa "estar erguido".
Francisco asumió el Evangelio de verdad. Nos pide despreciar el poder, la abundancia, la vanidad, vivir en total austeridad y, sobre todo, actuar pensando en otros.
"Actuar". La gente está harta de declaraciones solemnes. Los derechos humanos agotan la paciencia cuando sólo son pulcros tratados: se convierten en escarnio cínico, puro sardonismo para aliviar nuestras consciencias: en el fondo celebramos la desigualdad que nos permite comer todos los días sin preguntamos a costa de quién.
¿Hemos fracasado? ¿Son bellas mentiras el iluminismo, la razón, la tecnología, occidente y su falso progreso indefinido? ¿A que llamamos "progresar"?
Los derechos humanos se salvarán sólo con su puesta en marcha.
Hay que callarse de una vez, mirar al prójimo y actuar para él. Con el fin del relato emerge una consciencia que se llama virtud. Es la invitación de Francisco: un pacto nuevo, un nuevo Código.
Un Código que nos exija la tarea olímpica de salvarnos entre todos. En silencio y sin recompensa.
© Instituto Internacional de Derechos Humanos, capítulo para las Américas
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