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En el ocaso de la campaña por las elecciones primarias, Argentina celebra el pleno ejercicio de la práctica democrática. Este ejercicio de derechos es aquello que nos define como seres sociales, como conciudadanos de lo que alguna vez fue una polis, raíz epistemológica de nuestro Estado-Nación.

 La práctica y disposición de los cuerpos en el espacio público es de fundamental importancia para la vigencia de los valores republicanos; no somos ciudadanos sólo en los comicios, sino cuando nuestras materialidades habitan, transitan, respetan lo público. Tras un largo ayuno, nuevamente la ciudadanía recupera el espacio de lo común.

 Los cuerpos de lo común son la fuerza que mueve la historia, sea en la plaza reclamando sus derechos, sea organizado y procurando la buenaventura de la praxis democrática.

 Argentina ha transitado 38 años de democracia ininterrumpida desde 1983 en donde la conquista de derechos ha sido implacable. Pero no hemos de confundir lo probable con lo posible. No hemos de naturalizar aquello que se defiende. La lucha por nuestros derechos no acaba con la conquista: es el primer paso. Es menester de nuestros cuerpos el recordar, pasar otra vez por el corazón, la historia de lo perdido, para no tropezar con las mismas piedras.

 No en vano se han citado las primeras palabras de nuestra constitución en aquel renacimiento de nuestra patria pública y común:

“(…) con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino.”

Los derechos humanos en la región han sido reconquistados tras las dictaduras que, hace cuatro décadas, dominaban Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia,  países poderosos de Sudamérica. Son muchos los logros en derechos fundamentales desde entonces, ya conocidos, y con el esfuerzo de buenas voluntades, los derechos económicos, sociales y culturales podrán ver su desarrollo, del mismo modo en que hemos reconquistado nuestros derechos civiles y políticos.

Es por esto y por todo lo que no puede ser expresado en palabras que abrazamos otro gran ejercicio de nuestros derechos, que no se cumpla apenas uno es ya inaceptable.